La Guajira / Colombia

 

 

verdad abierta

 

 

 

Schermata 2013-05-25 a 14.12.09
Con la llegada del paramilitarismo a La Guajira hacia finales de los 90, los pobladores de esta región del norte de Colombia, casi la mitad conformada por indígenas  de la etnia wayúu, vieron arrancar otro ciclo de violencia. Fue más cruel que aquel que en su momento trajo la bonanza marimbera. Y más violento que los conflictos de siempre entre contrabandistas.

Los ‘paras’ encontraron en el ancho desierto guajiro instituciones estatales débiles y una cultura que desde tiempos inmemoriales convivía con el contrabando, la corrupción, y en los últimos años, el tráfico de cocaína y de armas. Cada jefe tenía su propio ejército y de cuando en vez, cuando alguien se salía de un territorio, entraban en pugna.

Con la mitad de su territorio casi despoblado, una larga costa sobre el mar, carretera hacia otros departamentos de la Costa Caribe y hacia Venezuela, La Guajira era además un lugar privilegiado para el comercio clandestino.

Los ‘paras’ tejieron alianzas con contrabandistas locales, algunas las consiguieron con facilidad y otras las impusieron a la fuerza. Se sintieron como pez en el agua con autoridades, por lo general, ciegas frente al tráfico ilegal, y mansas frente al poder ilegal dominante.

Los wayúu y otras comunidades orgullosas, sin embargo, intentaron resistir el violento dominio paramilitar. Para doblegarlos los hombres de Rodrigo Tovar, alias ‘Jorge 40’, a cargo de la ofensiva por la toma de ese departamento, cometieron 70 masacres, forzaron a la huída a miles de campesinos pobres, y dejaron tras de sí una estela de desolación y de historias silenciadas aún pendientes de escribirse.

Llegan los paras
En mayo de 1997 y por instrucciones de los hermanos Castaño, los jefes paramilitares Salvatore Mancuso y ‘Jorge 40`, su segundo al mando de la Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá (Accu), empezaron su estrategia de acercamiento con los ‘duros’ del narco y del contrabando en La Guajira. Así reza en los expedientes judiciales consultados por VerdadAbierta.com. Mancuso y ‘40’ intentaron reunirse primero con Santander Lopesierra, en Fonseca, sur de La Guajira. ‘Santa’ se había vuelto famoso en toda Colombia porque consiguió una curul en el Senado, a pesar de su fama de contrabandista, y en el escándalo de la narco-financiación de las campañas electorales de 1994, apareció como ‘el hombre de la Phillip Morris’ (en alusión al contrabando de cigarrillos) interesado en darle plata a la campaña de Ernesto Samper.

Pero, como lo contó en detalle ‘Jorge 40’ en la autobiografía que no terminó, nunca llegaron a la cita pues la policía los detuvo a la salida de Villanueva, y los llevó presos, junto con ocho hombres más, al municipio de Barrancas. Él y Mancuso pasaron una noche en la cárcel una noche en San Juan del Cesar.  Y luego – dijo ‘40’—que por gestiones de Danilo González con el director nacional de Policía, un oficial que se había volteado del lado del narcotráfico, y luego de pagar millonarios sobornos a los fiscales, fueron dejados en libertad. (ver: http://www.verdadabierta.com/component/content/article/36-jefes/2334-las-verdades-y-mentiras-del-libro-de-jorge-40).

Luego de este intento fallido, los ‘paras’ comenzaron a hacer sus primeras incursiones violentas al sur de Guajira, con la idea de ir conquistando territorio que sabían era estratégico para el contrabando y el narcotráfico, y a la vez golpear poblaciones en las estribaciones de la Sierra Nevada de Santa Marta, a donde se decía que las guerrillas llevaban los secuestrados del Cesar y Magdalena.

Según los testimonios recogidos en la región  por VerdadAbierta.com, en 1998 las Accu entraron  a Urumita, Villanueva y San Juan del Cesar. El 8 de diciembre de 1998 hombres de ‘Jorge 40’ asesinaron a 12 personas en los barrios El Cafetal y San Luis del municipio de Villanueva. El comandante de la Segunda Brigada de ese entonces, general Gabriel Contreras dijo que  la “delincuencia organizada” había realizado la masacre y que “algunas de las víctimas presentaban antecedentes judiciales”.

En diarios regionales apareció la versión del frente 59 de las Farc: que los paramilitares habían cometido el crimen y, más grave aún que el grupo mecanizado de Caballería No. 2 Rondón de Buenavista, en ese entonces al mando del Coronel Zalatiel Solano Clavijo, había sido su cómplice. Hoy ya se sabe que la masacre fue responsabilidad de los ‘paras’, pero la justicia aún no se ha pronunciado sobre si la versión de que hubo complicidad militar tiene algún asidero.

Los ‘paras’ continuaron con su cadena de masacres, asesinatos selectivos y desapariciones desde Urumita hasta Distracción, a sabiendas, forzando a la gente a desplazarse y dejarles el terreno vacío listo para la conquista de nuevos corredores clandestinos.

En 2000 los ‘paras’ se establecieron descaradamente en esa zona, con una “base” en el corregimiento de Badillo, al norte Valledupar, en límites con Guajira. Desde allí salieron los jefes del cruel ‘40’, entre ellos, David Hernández, alias ‘039’ (después asesinado por sus compañeros),  Rodolfo Enrique Guevara, alias ‘101’ (preso) y Francisco Robles Mendoza, alias ‘Amaury’ o ‘6-11’, quien fue capturado hasta septiembre de 2010 cuando ya tenía encima 25 órdenes de captura y 12 condenas, entre ellas la de haber participado en la masacre de El Salado en Bolívar. Estos tres comandantes paramilitares habían sido miembros del Ejército Nacional, y todos fueron investigados y sancionados por diversas razones. Estos hombres desataron una ola de terror desde norte del Cesar hasta el norte de La Guajira.

Al tiempo se desató la guerra de Castaño contra Hernán Giraldo, ‘El Viejo’, un antioqueño que había montado su propia autodefensa en la Sierra Nevada de Santa Marta y controlaba desde allí la salida de la droga. Hombres de este último habían asesinado a un agente de la DEA y los Castaño sospechaban que no les jugaba limpio en las cuentas de la droga. Decenas murieron y los combates llegaron hasta las calles de Santa Marta a comienzos de 2002.  (ver: http://www.verdadabierta.com/gran_especial/cesar_magdalena/PDF/batallas_de_Hernan_Giraldo.pdf) Finalmente ‘Jorge 40’ ganó la guerra, y con ella amplió su dominio de todos los tráficos ilegales que salían y llegaban por la costa magdalenense. Los ‘paras’ de Guajira estrenaron entonces nombre y de ahí en adelante se pusieron el eufemístico nombre de Frente Contrainsurgencia Wayúu (FCW). ‘Jorge 40’ le encargó la comandancia de este frente a Zuley Guerra Castro, conocido con el alias de ‘Ramiro’. Su “logro” fue convertir a Mingueo y a Dibulla en nuevos puertos clandestino de salida de la cocaína.

Alianzas con los ‘duros’
Los ‘paras’ no sólo usaron la violencia para entrar a dominar el tráfico de drogas y armas en La Guajira. Apelaron a la estrategia que tenían al comienzo, de contactar aliados que ya tuvieran los negocios montados. Así desde 2001, según dijeron a VerdadAbierta.com varias fuentes, los ‘paras’ consiguieron que jefes locales del contrabando les compartieran el poder y el negocio. Entre ellos, Mario Cotes, Luis Ángel González, Santander Lopesierra, “Kiko” Gómez Cerchar, Rafita Barros, el ‘Papa’ Bolívar, Víctor Ojeda, algunos integrantes de las familias Boscan, Mejía, Hernández y Valdeblanquez.

‘Jorge 40’ envió a alias ‘El doctor’ a Maicao a sellar una alianza con Mario Cotes. Después, cuando ya se había erigido como el único poder de la zona hacia mediados de 2002, los mandó matar a ambos. Con la proa ‘para’ metida en Maicao, la mata del contrabando guajiro, empezaron las peleas entre los diferentes clanes que tradicionalmente manejaban los negocios ilegales. Hubo peleas entre los Boscan y los González; entre éstos últimos y los Mejía; y de éstos contra  la ‘Banda de los Agüaitos’.

Bien parado en Maicao, el Frente Contrainsurgente Wayúu avanzó a la alta Guajira, con la aspiración de hacerse al control de Bahía Portete, puerto de gran calado de la península, y desde donde históricamente han llegado el contrabando y las armas, y habían salido las drogas que han alimentado buena parte de los grupos armados y ejércitos privados de la región. Esa ambición es la que estuvo detrás de la pavorosa masacre que se conoce con el nombre de esa bella bahía en abril de 2004.

La masacre los dejó dueños de la alta Guajira a donde crearon el grupo de ‘Los escorpiones’ al mando de alias ‘Pablo’. Los otros ‘paras’ de la región se pusieron nombres igualmente intimidantes, ‘los Buitres’ que se movían en el corredor que comunica a Carraipía (Maicao) y Venezuela, ‘Los Centauros’, ‘Los Halcones’ y ‘Las Águilas’.

Un final a medias
En marzo de 2006, 4.760 hombres del Bloque Norte de las Auc se desmovilizaron en El Copey y La Mesa en el Cesar. Sin embargo, buena parte del FCW no dejó las armas; alias ‘Pablo’ mantuvo su grupo armado por muchos años, sus negocios de narcotráfico siguieron tan campantes.  En noviembre de 2010, finalmente fue capturado ‘Pablo’, cuyo nombre real era Arnulfo Sánchez González. Falta ver si los negocios ilegales que manejaba se desmontan también.

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A pesar de que el Grupo de Memoria Histórica de la Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación en 2010 hizo ya una primera reconstrucción detallada de la masacre de Bahía Portete en la Alta Guajira, ocurrida entre el 18 y el 20 de abril de 2004,  aún quedan muchas verdades por contar de este horripilante crimen que dejó tres muertos, al menos dos desaparecidas (aunque el número exacto es aún desconocido),  y varios heridos.

¿Qué exactamente condujode la masacre y las consecuencias que tuvo para los miembros de la comunidad wayúu, un pueblo que representa una quinta parte de la población indígena total de Colombia y el 48 por ciento de la población guajira?

La masacre puso al descubierto la ineficacia estatal para detener el avance paramilitar en estos territorios habitados por indígenas, aún cuando estos grupos estaban supuestamente comprometidos en un cese de hostilidades. Y también permitió ver cómo algunos miembros de la misma comunidad wayúu se aliaron con los paramilitares, sin que por ello lograran detener la ola de cruda violencia que aplastó a su pueblo, y en especial a sus mujeres.

Los antecedentes
Desde mucho tiempo antes de que llegaran los paramilitares a la alta Guajira, ya distintos clanes wayúu se disputaban el control y el usufructo del puerto naturalmente profundo en Bahía Portete, aislado del mundanal ruido y resguardado, ideal para contrabandear sin ser percibido por autoridad alguna.

Para la década de los 60 el señor Simón Barros Epieyu, conocido como ‘Simón Bala’ (‘bala’ no por su relación con las armas, sino como una forma de pronunciar su apellido), era quien manejaba el puerto de Portete, en nombre de su comunidad.

Cuando murió en 1984, su hijo, José María Barros Ipuana, conocido como ‘Chema Bala’, heredó este mando. A partir de esa época y coincidiendo con la etapa de la bonanza de la producción de marihuana en la región, Portete floreció y era la fuente de riqueza del norte de La Guajira. Y, tal como lo relata el informe del Grupo de Memoria Histórica, la pelea por el control del puerto, y de la tajada que dejaban los tráficos ilegales que por allí pasaban, entre otras cuestiones, terminó enfrentando a ‘Chema Bala’ y su familia con otras familias guajiras de tradición, los Fince Epinayú, los Uriana Fince y los Ballesteros Epinayú.

Las tensiones llevaron al cierre temporal del puerto desde mediados hasta fines de los noventa. Después los paramilitares irían a aprovecharse de estas pugnas internas para dividir y reinar.

Cuando los ‘paras’ de Mancuso y de ‘Jorge 40’ llegaron a la media y alta Guajira en 2001, los jefes tradicionales del contrabando y del narcotráfico local hicieron su cálculo sobre cómo podrían resistir la arremetida y mantener su poder y su negocio. Algunos concluyeron que era mejor aliarse con ellos, intentando ser sus iguales; otros, incluyendo varios jefes wayúu, se les subordinaron y creyeron hacerse un espacio prestándoles servicios. Pero otros más, orgullosos indígenas wayúu que no se habían dejado someter ni por los colonizadores españoles, se les resistieron.

Así ese pueblo indígena aportó víctimas y victimarios a la cruenta expansión paramilitar que se les vino encima. La gente corriente tuvo que sobrevivir como pudo “respirando el mismo aire de los paramilitares”, como le dijo una mujer wayúu, habitante de la alta Guajira, a VerdadAbierta.com.

Los detonantes de la masacre
Hay dos fuentes que documentan la masacre: el registro judicial que juiciosamente han realizado los investigadores y fiscales de Justicia y Paz y de la justicia ordinaria; y la gente que vivió la tragedia. Ambas miradas son válidas y necesarias.

Según la Fiscalía antes de la masacre, entre enero de 2003 y marzo de 2004, fueron asesinadas por lo menos catorce personas en la región. Fueron muertes hiladas entre sí, que fueron apretando el nudo de violencias que estalló el siguiente abril. (ver documento)

En marzo de 2003 el hermano de ‘Chema Bala’, Nicolás Barros Ballestero fue con su sobrino, Arturo Epinayu, al municipio de Uribia a denunciar que había paramilitares en su región de Portete. Apenas regresaron los mataron.

No pasó un mes, cuando el 26 de abril de 2003 hombres del Frente Contrainsurgente Wayúu -FCW (el eufemístico nombre que se pusieron los paramilitares para vestir de ropaje político su lucha por el control del negocio del narcotráfico y demás lucrativos contrabandos)  asesinaron a los policías investigadores Luis Eduardo Perdomo Cotes y a Wilson Antonio Barbosa Rinco, en un estadero que tenía la familia Fince por Puerto Nuevo. Meses después, a fines de ese año,  la justicia llamó a declarar a Rolando Ever Fince, Alberto Ever Fince y Gregoria Delfina Mieles Medina, como testigos de los asesinatos. Cuando regresaron a su negocio, el primer día de 2004 fueron asesinados por desconocidos. Hoy se cree que fueron miembros de las Auc.

Luego de estos homicidios, y días antes de la masacre de Portete, varios integrantes de la comunidad wayúu emboscaron a hombres armados del FCW y, según varias fuentes consultadas por VerdadAbierta.com, les robaron unos kilos de cocaína que llevaban. Estas fuentes y la Fiscalía coinciden en que en la emboscada fueron asesinados todos los paramilitares, y que no quedó rastro, pues los incineraron ahí mismo donde los mataron. Aseguran los investigadores judiciales que este episodio fue el que causó la masacre de Portete que se extendió desde 18 hasta el 20 de abril de 2004.  Y que los paramilitares se ensañaron contra las mujeres wayúu, porque sabían que en una sociedad matriarcal ellas era la fortaleza; acabarlas sería la peor venganza.

Las versiones de la masacre
La causa madre de la horripilante masacre que subyace a cualquier detonante específico fue, por supuesto, la violenta arremetida de los paramilitares comandados por ‘Jorge 40’ en la alta y media Guajira con la ambición de dominar unos puertos ideales para todo tipo de tráfico ilegal. A lo cual también ayudó la inoperancia de las autoridades civiles y militares de la región. No obstante, las tesis difieren sobre los detalles específicos. Una que sostienen varias fuentes consultadas por VerdadAbierta.com es que ‘Chema Bala’, aliado con los ‘paras’, quiso dar la batalla final con los Fince Epinayú para asegurarse Portete de una vez por todas. La segunda, también avalada por fuentes creíbles, es que fue la venganza del FCW contra los Fince porque atestiguaron ante la justicia en contra de ellos por la muerte de los policías, y habían emboscado a sus hombres.

En su investigación, el Grupo de Memoria Histórica estableció que la masacre fue planeada y coordinada por ‘Jorge 40’ y por Arnulfo Sánchez alias ‘Pablo’, jefe del FCW en la alta Guajira,  en compañía de ‘Chema Bala’. Un día antes de la masacre, un sargento del Batallón Cartagena a quien llamaban ‘Felipe’ transportó a los paramilitares desde Carraipía hasta la alta Guajira en dos carros y pasaron, sin problema, varios retenes. El informe cuenta que  el 18 de abril entre 40 y 50 paramilitares, distribuidos en cinco camionetas y una moto, llegaron a Portete a las siete de la mañana.

La Fiscalía encontró en sus investigaciones que fueron 40 los hombres que llegaron a Portete, y que venían con el mandato explícito de encontrar a los hombres de la familia Fince y como no los hallaron torturaron a mujeres y niños, y como no consiguieron que hablaran mataron a unas mujeres.

Los testimonios recogidos por el informe del Grupo de Memoria es similar. Aseguran que los paramilitares llegaron con lista en mano identificando a miembros de algunas familias como los Fince Uriana, los Fince Epinayú, los Cuadrado Fince y los Ballesteros Epinayú. “Durante el recorrido, los victimarios entran a las casas de quienes tenían en sus listas y eran reconocidos por las mujeres (que los acompañaban) y los informantes locales” explica el informe. Sacaron de sus casas a Margoth Fince Epinayú, a Rosa Cecilia Fince y a Rubén Epinayu y las torturaron y asesinaron.

Otras tres mujeres que se llevaron, al Diana Fince Uriana, Reina Fince Pushaina y una tercera que  no ha sido identificada, nunca más aparecieron.  Las investigaciones judiciales dieron cuenta de los mismos tres muertos (con nombres ligeramente cambiados) y de las dos desaparecidas. Reportó además tres heridos, Moyo Perez Uriana, Lilia Epinayu y Tito Aguilar Epinayu.

Los paramilitares cortaron las cabezas de las matronas wayúu, sin importar su edad y el respeto que tenían en su comunidad, y las clavaron en estacas a las puertas de los ranchos.

La masacre causó tal terror  que la gente de la ranchería salió despavorida. La Fiscalía determinó que únicamente por la masacre se desplazaron 350 personas. Pero un reporte de la Defensoría del Pueblo pudo identificar a 888 personas en situación de desplazamiento de la comunidad wayúu viviendo temporalmente en Maicao, Uribia y Maracaibo en Venezuela, a raíz de la arremetida paramilitar. Las violaciones a los derechos de estos pueblos indígenas no pararon con la masacre.  Los líderes de Portete las han denunciado por seis años consecutivos, y los han amenazado por ello.

Desmovilizados contradictorios
En la versión libre realizada el 15 de 12 del 2009 el postulado José Gregorio Alvarez Andrade alias ‘Pedro’ confesó:

“La masacre de la alta Guajira en la que tuve participación en el mes de abril de 2004, murieron aproximadamente 5 o 6 personas indígenas wayúu.  Esto fue en Bahía Portete y Puerto Nuevo en la alta Guajira. En el tiempo que estuve en Carreipia el comandante ‘Lucho’ nos reunió en la finca Los Perujano donde nos informa que íbamos a quedar a cargo del comandante ‘Pablo’ (quien siguió delinquiendo en esa zona y en noviembrede 2010 fue capturado en Bogotá). No le conozco el nombre. Participaron alias ‘Lucho’, ‘Pablo’, un sargento del ejército del batallón Cartagena de alias ‘Felipe’ y el chofer de apellido Hernández.  Nos trasladaron de Carreipia a la alta Guajira como a las 4 de la tarde; íbamos de camuflado y yo llevaba el armamento y los camuflados, armamento largo y corto. Nos fuimos en una camioneta del  Ejército y los demás muchachos se fueron en carros de pasajero. Llegamos a una ranchería de propiedad del señor José María Chemas Barros, conocido como alias ‘Chema Bala’. ‘Chema Bala’ estaba en Venezuela pero él tenía conocimiento que el grupo estaba en la finca. Ahí nos reunimos con el comandante ‘Pablo’ o ‘07’.  Él tenía aproximadamente 20 hombres y todos estaban ahí.  Estaba alias ‘Sinaí’, ‘El Diablo’, ‘Moña’, y yo que fui comandando, el grupo mío de 12 hombres. En esa época el comandante del Ejército era el capitán Restrepo, pero no sé si tenía conocimiento de estos hechos. Con el señor ‘Pablo’ me reuní como a las 8 de la noche y nos dijo lo que se iba a hacer, que era contrarrestar el accionar de unos paisanos que les decían “Los Cococonitos” porque al parecer estos indígenas le habían hecho una emboscada a las Auc y les habían matado a 2 muchachos.  Nosotros comenzamos el operativo como a las 5 de la mañana metiéndonos en las rancherías donde pensábamos que podían estar estas personas, porque no los teníamos ubicados con exactitud. Había un indígena que era el traductor entre el comandante ‘Pablo’ y los indígenas. Este indígena pertenecía a las autodefensas. En total íbamos como 40 miembros del grupo entre uniformados y de civiles, todos al mando del comandante ‘Pablo’.  Llevábamos 5 carros. Llegamos como a cinco o seis rancherías y entrabamos a la fuerza, incluso se quemaron chozas y hubo gente desplazada.  Se golpeaba a las personas y se torturaban.  Las personas que asesinamos se encontraron en varias rancherías. Terminamos el operativo como a las 3 de la tarde cuando se metió una patrulla de antinarcóticos, pero ya teníamos a varios retenidos”.

Sin embargo, dos años antes el propio ‘Jorge 40’ había dado otra versión.  Afirmó que ‘Chema Bala’ no pertenecía a las Auc y que sólo lo conocía como un miembro de las familias que tenían control del puerto. En dicha versión del 8 de noviembre de 2007 ‘Jorge 40’ aseguró, sin pestañear, que la masacre se trató de “una operación militar” en contra del grupo armado organizado de los hermanos Vicente Gutiérrez Epinayu y Silverio Fince Epinayu, ya que dicho grupo había secuestrado a un ciudadano libanés que fue finalmente rescatado por las autodefensas. Esta última afirmación nunca pudo ser comprobada por la Fiscalía.

En octubre de 2004 ‘Chema Bala’ fue  capturado en Venezuela y entregado a las autoridades colombianas. En su proceso de judicialización pidió ser juzgado por la tradición wayúu. Su petición fue negada. No quiso acogerse a Justicia y Paz, pues siempre sostuvo que nunca perteneció a las Auc. En 2008 ‘Chema Bala’ fue condenado a 40 años de prisión junto con su sobrino Adrian Agustín Bernier Barros. En mayo de 2008,  fue extraditado y en julio de 2009 fue condenado por una Corte Federal de Estados Unidos a 20 años de prisión. Hoy cumple su pena en Oakdale Federal Correctional Complex (FCC) en Louisiana.

Alias ‘Pablo’ fue capturado el 13 de noviembre de 2010 en Bogotá y enfrenta una investigación por su autoría en la masacre.

Preguntas pendientes
Este abominable crimen y la ruta de su esclarecimiento aún tienen preguntas pendientes. Poco se sabe de las investigaciones sobre los miembros del Batallón Cartagena, que supuestamente participaron en la masacre, según coinciden varias de las versiones. Sí existen, sin embargo, investigaciones abiertas de la Procuraduría sobre algunos de sus miembros por quejas allí presentadas.

Tampoco se conoce qué poderes políticos locales pudieron ser responsables de permitir el cruento avance paramilitar, y por qué guardaron silencio aún cuando su pueblo estaba siendo masacrado.

Es de esperar que el recientemente capturado ‘Pablo’ contribuya a esclarecer esta masacre, y revele qué hilos de poder se movieron esos años en la puja por el control del tráfico ilegal de drogas, de armas, cigarrillos, licores y demás en esos años. También podría su testimonio, si dice la verdad, ayudar a esclarecer de una vez por todas, si ‘Chema Bala’ no fue miembro de las Auc, como lo ha asegurado, o si por el contrario como estableció la justicia sí lo fue y supo de la masacre de Portete.

También al pueblo wayúu le falta hacer el juicio que no ha realizado para determinar cuáles miembros de sus clanes pudieron haber traicionado a su pueblo sin importarles que los ‘paras’ hubieran cometido este terrible crimen que quiso doblegarle el espíritu a toda la comunidad. Sería un paso importante para que estos crímenes no se vuelvan a repetir.

Schermata 2013-05-25 a 14.19.00

Entre 2000 y 2006 los hombres del Bloque Norte de las Autodefensas Unidas de Colombia, comandados por ‘Jorge 40’,  casi acaban con La Guajira.

Los paramilitares colmaron de dolor ese territorio medio verde, medio desértico, de gente creativa y trabajadora con sus amenazas constantes a la población, sus masacres que no respetaron edad ni género, los homicidios aquí y allá, los éxodos forzados de campesinos e indígenas para no dejar testigos de sus negocios de narcotráfico, contrabando de gasolina y de armas. Pero un buen día de marzo de 2006 los crueles hombres proclamaron que harían la paz en una emotiva en El Copey y La Mesa en el Cesar, a donde formalmente entregaron sus fusiles. La gente respiró aliviada, pensando que sería el fin de la guerra.

Estaban equivocados. Un grupúsculo llamado Frente Contrainsurgencia Wayuu (FCW) que manejaba los negocios sucios de las AUC en la Alta Guajira, la zona desértica vecina a Venezuela, siguió campante como si nada. La Defensoría del Pueblo y la MAPP/OEA lo alertaron. Dijeron que aún había paramilitares en esa región al extremo norte de Colombia y que se hacían llamar ‘Comandos Águilas Negras’, los herederos del Bloque Norte que se mantenían intactos.

Muchos testigos de estos años le dijeron a VerdadAbierta.com en distintas oportunidades que por allá nunca se vio la tal desmovilización. El grupo siguió controlando puertos naturales para el tráfico de droga, el ingreso de armas y productos de contrabando, valiéndose de la intimidación y la violencia.

Además, no alcanzó a anunciar ‘Jorge 40’ su desmovilización, cuando ya un nuevo grupo de delincuentes que le servían a los mellizos Mejía Múnera, los grandes narcotraficantes que se hicieron ricos en Arauca, comenzó a hacerse cargo de las redes criminales que tenían las AUC en el Caribe. Esa nueva banda se llamó Los Nevados. La versión más repetida por conocedores de la zona y por desmovilizados es que Hernán Giraldo, el paramilitar que montó su estructura criminal entre la Sierra Nevada de Santa Marta y La Guajira, antes de desmovilizarse, le vendió por cinco millones dólares a ‘Los Mellizos’ el derecho a usar sus rutas y el mando sobre unos 400 hombres de sus hombres que no participaron en las vistosas entregas formales de armas. Giraldo dejó así asegurada su pensión de retiro, y debió calcular también que se aseguraba protección, pues hasta su propio hijo Hernán Giraldo Gamboa alias ‘Rambo’ siguió en la delincuencia con Los Nevados.

En la Alta Guajira el jefe de los neo-paras era Arnulfo Sánchez González, alias ‘Pablo’, un mando medio del Bloque Norte, que había sido uno de los perpetradores de la tremenda masacre de Bahía Portete, en abril de 2004. Después de 2006 ‘Pablo’ se siguió moviendo a sus anchas, entre Maicao y Uribia, y extorsionaba, exportaba droga (para el cartel de la Guajira), importaba licores y armas, y su grupito armado aterrorizaba a los paupérrimos y aislados pueblos de la comunidad wayúu.

Para hacerlo aparecer más poderoso y difícil de derrotar, el grupo de ‘Pablo’ se ponía distintos nombres, a veces ‘Águilas Negras’, o Autodefensas Gaitanistas de Colombia o incluso como sus antecesores, ‘Frente Contrainsurgencia Wayuu’. La Policía Nacional, más pragmática, los llamó la banda criminal (Bacrim) de la Alta Guajira.

Bandas y la disputa reciente por La Guajira
Fuentes en la zona le dijeron a VerdadAbierta.com que en 2007,  ‘Pablo’ tenía su cuartel de rufianes el Cerro La Teta, en Uribia, muy cerca de donde estaba apostada la unidad de Caballería del Ejército adscrita al Grupo Blindado Gustavo Matamoros D´Costa, con jurisdicción en Uribia, Maicao y Albania. Desde allí fácilmente y con frecuencia cruzaban la frontera hacia Maracaibo.

En noviembre de 2008 dos episodios dejaron en evidencia que la desmovilización y desarme en La Guajira había sido muy parcial: una masacre de seis personas perpetrada en Maicao  el 8 de noviembre y la incautación de 2.5 toneladas de coca en la Alta Guajira el 19 de noviembre.  VerdadAbierta.com comenzó a seguir el rearme en la región, y publicó una nota al respecto en diciembre de ese año. (Ver: Rearme en La Guajira: http://www.verdadabierta.com/conflicto-hoy/50-rearmados/572-paramilitares-y-narcotrafico-en-la-guajira).

Pobladores y medios regionales empezaron a cubrir en ese año la incursión de un tercer grupo armado a la escena guajira: el que comandaba Daniel Rendón Herrera, alias ‘Don Mario’, quien se había hecho narco a la sombra de Vicente Castaño en El Guaviare. Las fuentes policiales de la época aseguran que la nueva banda criminal, que después de conoció como Los Urabeños,  llegó a un acuerdo de convivencia con ‘Pablo’ y que duró hasta mediados de 2009.

La banda de ‘Pablo’ se consolidó en la Alta Guajira, y sacó réditos de su alianza con la banda de ‘Don Mario’. ‘Los Nevados’ de los Mejía no duraron mucho más tiempo en la competencia por los negocios ilegales de la región. En abril de 2008 fue capturado Miguel Ángel Múnera y en mayo siguiente su hermano cayó muerto en un operativo policial en el Bajo Cauca antioqueño. Sus hombres quedaron a la deriva, y pronto fueron reclutados por la banda de ‘Don Mario’ o por, otra de avezados narcotraficantes de Medellín, asociados a la tenebrosa ‘Oficina de Enviago’, conocida como ‘Los Paisas’.

Hacia 2009, tal y como lo registró Verdad Abierta en su momento (La guerra entre ‘Los Paisas’ y ‘Don Mario’ por el control de La Guajira http://www.verdadabierta.com/conflicto-hoy/50-rearmados/941-iquien-controla-la-guajira), ‘Pablo’ y ‘Don Mario’, iniciaron una guerra contra ‘Los Paisas’ por el control de la Media y Alta Guajira y sus lucrativas rutas del narcotráfico.

Ese conflicto entre mafias fue silencioso, pero sangriento.  Mataban gente que se sospechaba servían a un bando o al otro, extorsionaban a comunidades en Dibulla y a comerciantes de descendencia árabe muy arraigados en Maicao, para conseguir los recursos y dominar el territorio. Curiosamente las autoridades negaban que en La Guajira hubiera habido herederos de los paramilitares que nunca se desarmaron, y hubieran llegado nuevos grupos. Lo máximo que reconocían era que en efecto,  ‘Los Paisas’ salían con frecuencia desde Magdalena hasta corregimientos en La Guajira como Mingueo y Palomino (Dibulla), para matar.

En 2009, la Defensoría del Pueblo denunció el asesinato de indigentes, cobradiarios y vendedores ambulantes, que los grupos armados justificaban como campañas de “limpieza social”. Entre septiembre de 2008 y enero de 2009 se registraron más de veinte casos de desapariciones, desplazamientos y homicidios en Maicao.

Al mismo tiempo, miembros de las comunidades Wayuu  denunciaban que las bandas los intimidaban y por eso cuando los fiscales de Justicia y Paz y de Derechos Humanos llegaban a la zona a hacer sus investigaciones, no podían colaborarles porque podían ser asesinados.

Desde 2010 y hasta la actualidad en abril de 2011, el panorama de las actividades criminales de La Guajira cambió. Fuentes de inteligencia identifican a cinco bandas  que delinquen en el departamento. Están ‘Los Rastrojos’, una organización nacida de las peleas entre narcotraficantes en el Valle que ha ido copando espacios en varias regiones del país; ‘Los Urabeños’, que siguieron ya sin ‘don Mario’ que fue capturado en abril de 2009; ‘Los Paisas’ de Medellín; y los herederos del Frente Resistencia Tayrona de la Alta Guajira, hoy llamada Bacrim, ya sin ‘Pablo’, que fue capturado en noviembre 16 de 2010;  y ‘Las Águilas Negras’, que en muchas partes de Colombia sirve hoy de nombre genérico para cobijar a varias bandas paramilitares.

Particularmente asentados en la región están ‘Los Urabeños’ con presencia en Magdalena, Cesar y La Guajira siguen con una estrategia agresiva de expansión y control de territorios. Y la ‘Bacrim de la Alta Guajira’ que le sirve a varios carteles que sacan la droga por las aisladas costas guajiras hacia el exterior.

Autoridades y pobladores de la zona aseguran que ‘Los Rastrojos’ han venido visitando la zona y contratando gente porque quieren expandir la influencia que ya tienen en Cesar hacia La Guajira. ‘Los Paisas’ se han debilitado en los últimos meses en este departamento, aseguran fuentes de inteligencia.

Desde hace unos meses gente en Maicao y Riohacha han denunciado que han recibido panfletos de una organización llamada ‘Autodefensas Unidas del Cesar’, Según las autoridades, este nuevo grupo estaría conformado por desmovilizados que buscan montar sus actividades ilegales de extorsión, tráfico, etc., en el sur de La Guajira abriéndose paso por Villanueva, Barrancas y Urumita.

Por todas estas pugnas entre mafias que quieren dominar el territorio guajiro, especialmente apto para el tráfico ilegal por su aislamiento, las tasas de homicidios de esta región se están tornando preocupantemente altas. Así, mientras en el país bajó de 42 homicidios por cada cien mil habitantes en 2005, a 34 por cien mil en 2010, en La Guajira ha aumentado. En Riohacha, por ejemplo, casi se duplicó de 29 por cien mil en 2009 a 50 por cien mil en 2010.

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Arnulfo Sánchez González, mejor conocido como ‘Pablo’, nació hace 38 años en Yopal, Casanare. Antes de ingresar formalmente al Bloque Norte de las AUC en 2002, ‘Pablo’ trabajó en la Contraloría de Yopal, y de 2000 a 2002 se desempeñó como conductor privado en Bogotá y como escolta en Popayán.

Para finales de 2001, precisamente en el momento en el que el recién conformado Bloque Norte de las AUC se metía de lleno en La Guajira, Sánchez González llegó al departamento. Primero fue, -según él mismo lo dijo a la justicia-  coordinador de víveres, y luego se encargó del pago a los hombres que trabajaban para ellos en  Palomino y Mingueo.

Para febrero de 2004, ‘Pablo’ ya era el jefe del ‘Frente Resistencia Tayrona’ del Bloque Norte de las AUC en la Alta Guajira. Y era un jefe muy sanguinario. Dirigió la masacre de Bahía Portete en abril de 2004: tres días de sangre en los que murieron al menos cinco personas, entre ellas, niños y una mujer, autoridad tradicional.

Una vez se desmovilizó el Bloque Norte en 2006, las rutas de narcotráfico que tenía éste en la Alta Guajira quedaron a cargo de los hombres que no desmovilizaron, entre ellos a ‘Pablo’.  Con ‘Jorge 40’ preso y luego extraditado en 2008, ‘Pablo’ se volvió el nuevo jefe de La Guajira. y según la Policía responsable de la salida de un tercio de la cocaína producida en Colombia. La maquinaria de violencia comandada por ‘Pablo’ también se manifestaría al poco tiempo de que éste llegara a la Alta Guajira.

Por meses los guajiros se quejaban de los desmanes de alias ‘Pablo’, en cada seminario, en cada consejo presidencial en su región. Pero el paramilitar parecía ser intocable. Por fin en marzo de 2010, un fiscal avezado le impuso medida de aseguramiento varios delitos:   la supuesta comisión de  homicidio en primera persona protegida, concierto para delinquir, desaparición forzada, delitos contra la libertad individual y otras garantías, desplazamiento forzado y lesiones personales. Ocho meses después, agentes de la DEA y de la Dirección Antinarcóticos de la Policía detuvieron a ‘Pablo’ en el norte de Bogotá cuando se movilizaba en una camioneta. Para entonces, las autoridades ofrecían 3.000 millones de pesos por información que condujera a su captura.

Antes de su captura, voces optimistas en toda la región esperaban que una vez en poder de la justicia, ‘Pablo’ revelaría muchas verdades acerca de lo que realmente ocurrió en La Guajira bajo el yugo paramilitar y más recientemente por el de sus herederas, las Bacrim.

Las altas expectativas, sin embargo, se han visto parcialmente frustradas por las tres declaraciones que desde noviembre de 2010 ha rendido ‘Pablo’ ante un fiscal de Derechos Humanos. En ellas, el ex paramilitar, posiblemente con el propósito de cumplir con los requerimientos de la Ley de Justicia y Paz, asegura que desde finales de 2005 no ha pisado territorio guajiro y por lo tanto no estuvo involucrado con ningún crimen cometido en la zona desde ese año. Esto último contradice la versión de autoridades y habitantes de la región que lo situaban a la cabeza de la banda de la Alta Guajira, como principal traficante de droga para los grupos y carteles del narcotráfico.

Similar decepción sienten en la Ranchería Ichito, donde en noviembre de 2007 un hombre fue asesinado, uno lesionado y otro desaparecido.  Allí, las familias aseguran que ‘Pablo’ estuvo directamente relacionado con los hechos.

Días después de su captura, ‘Pablo’ le dijo a las autoridades que quería someterse al proceso de Justicia y Paz, y podría contar todo lo que sabía de La Guajira hasta 2005, incluso dónde estaba las fosas comunes.

También dio su versión en detalle de la masacre de Bahía Portete, y asumió toda responsabilidad de haber sido quien la comandó.  Su confesión asegura que José María Barros Ipuana alias ‘Chema Bala’, extraditado a Estados Unidos, no tuvo nada que ver con el horrible crimen a pesar de que fue condenado como cómplice.

‘Pablo’ también aceptó haber asesinado a dos mujeres que hasta el momento se creían desaparecidas.

A pesar de las declaraciones de ‘Pablo’, la verdad sobre otras masacres, desplazamientos y asesinatos selectivos cometidos tras la desmovilización del Bloque Norte aún es incierta. Pero cada día es más claro, que en La Guajira como en otras regiones del país, no se desmovilizaron todos los que eran ‘paras’ y no eran ‘paras’ todos los que dejaron las armas. Lo que hubo fue más bien una transmisión de mando de las AUC a las Bacrim.

Por eso la captura de ‘Pablo’, como la desmovilización de ‘Jorge 40’ y parte de sus hombres, no trajo paz en la región. Aseguraron fuentes a VerdadAbierta.com que alias ‘Cobra’ ya sucedió a ‘Pablo’, y que ésta trabaja ahora con varias otras bandas criminales que quieren un pie en las lucrativas narco-rutas de ese departamento.

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